Saliendo de Hacienda con la sanción económica solo faltaba que me atracaran, así fue. En el parque, un desarrapado me sacó una navaja y me amenazó «O me cuentas un chiste gracioso o te pincho». ¡La Virgen! Si en algo soy penoso es en eso, tocaba improvisar. Le conté el de la vaca. «¡Otro venga, que estoy muy loco!». Probé con uno, dos, tres… así hasta diez. Y en ese momento, se carcajeó señalando la cámara oculta que nos grababa. Fue su final. Agarré el cuchillo y se lo clavé con saña. «¡Qué risa!», oí de lejos.
Nicolás Jarque
Precisaría yo que murió más por cuchillada que de risa, aunque si al agonizar siguió riendo demostró un singular sentido del humor.
ResponderEliminarSi es que estos tipos de "La camara Oculta" se la juegan. Le tomas el pelo a alguien enfadado de verdad, y puedes acabar en urgencias o en el cementerio.
ResponderEliminarUn beso.
Muy bueno. Un final realmente sorprendente. Me ha gustado mucho. Un beso.
ResponderEliminarUn humor tenebroso. De todas las maneras los que hacen cámara oculta se la juegan porque en alguna ocasión no quita que reciban algún coscorrón o alguna respuesta desabrida.
ResponderEliminarUn abrazo.
El final me ha dejado alucinada.
ResponderEliminarPero me ha encantado la forma de expresar el texto es increible.
qué risa ¿no?
ResponderEliminarde oreja a oreja (como el tajo)
saludos
Jajajajaj pues a mi sí que me mataste de risa, me gustó mucho. ¡Muy original!
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Se lo tenía merecido!.
ResponderEliminarUn beso.
Gente molesta si la hay, esa que anda creyéndose el gracioso porque tiene una cámara que lo apaña...
ResponderEliminarSaludos
J.