Recuerdo la historia que me contó mi madre cuando me compré mi primer auto. Al escuchar la nueva noticia, me observó preocupada y me dijo:
-Sólo espero que "aquellos" te dejen en paz cuando tengas un accidente.
Al descubrir mi cara adulta con duda infantil en los ojos, me relató su historia:
-En las calles hijo mío, vagan los ayudantes de la muerte para cumplir la tarea del destino, que es morirse. Solo esperan a que alguien quede vivo cuando en realidad le tocaba partir al más allá. Lo malo es que a veces se equivocan y se llevan las almas de aquellos que solo tuvieron un accidente normal y no uno de muerte. ¿Nunca te has preguntado, hijo, de dónde sale tanta gente cuando ocurre un accidente de auto? No importa a qué hora ni en dónde, siempre encontraras esos mirones que a veces, queriendo ayudar, terminan matando al que estaba herido. Eso no es un error como dice normalmente la policía, no, esos fueron "aquellos", que ayudaron a morirse al desgraciado en turno para que el ciclo del destino siguiera su marcha normal. Ellos están por allí, esperando a ser necesitados, los ayudantes de la muerte. Así pues hijo mío, cuando tengas algún accidente no dejes que nadie te ayude, si puedes evitarlo, y si no puedes, entonces ya te tocaba morir-.
Después de esa historia, se me quitaron las ganas de manejar, pero luego ante la necesidad de ir al trabajo y demás me vi obligado a hacerlo. Trato de olvidar aquello, como muchos otros relatos de ella, pero no puedo.
Adaptación
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José Valerio Uribe